lunedì, dicembre 20, 2010

Lo bonito de la vida

Nguixó

Bosque de silencio:

los clavos nocturnos de la remembranza

donde nace la yerba:

se escucha un grillo en el intervalo de los tiempos

y descubro la tristeza aún sonriente.

Por el surco del armadillo resbala su voz el hombre

con sus pómulos de muerte alegre,

miro la profundidad del ojo como una cañada de rocas,

de raíces duras,

de historia de brujos.

Me encuentro yerba,

nervadura de hoja,

mortero donde se tritura el llanto,

fermento que se bebe de alegría.


Judith Santopietro / Sierra Mazateca, Oaxaca, México.

***

Para Vicky, Lore y Sol.


(Foto de la velada de este Sábado).

Hay en la vida pocas cosas que me llenen de emoción como conocer gente nueva y platicar con ellas, mirar sus ojos y ver sus expresiones. Adentrarme en ese mundo lleno de historias que a diferencia de las novelas son tan reales como la vida misma. Cuando empecé a pasear a mis hermanas perras al parque cerca de casa disfrutaba tanto sentarme a la sombra de un árbol con Sthendal, Vallejo, Mankell, Reverte y tantos otros que me adentraban en un mundo de imágenes preciosas que solo podrían ser superadas por dos amigas que conocería cuando un Schnauzer negro acosara a mi labradora negra "Cacas" (formerly known as Chianti). Y ahí estaba Vicky y Lore, dos mujeres bellas por fuera y por dentro que se convertirían en amigas a las que estoy llegando a conocer y querer y que me han abierto esas páginas que superan a mis escritores, porque no he conocido historia más interesante que la de leer las páginas de la vida de las personas, cada una irrepetible y cargada de esa dualidad del ser humano: la de reír y de llorar.

El sábado llegué a casa de Sol una mujer fascinante que conocí también por ellas dos y que también pasea a su Pastor Alemán negra, es sin duda una mujer fuerte como sólo las damas tienen la capacidad de serlo. Y ahí estábamos en su preciosa casa sentados Vicky, Lore y yo. En compañía de sus dos encantadoras y bellas hijas. Lluvia, la mayor, una chef exquisita que conoce los mejores sitios para comer de esta metropoli que amo tanto y su pareja, un arquitecto con quien me identifiqué por su animadversión a la religión católica y su ideología política. También estaba su otra hija Sol Jr. Una cineasta de cabello precioso rizado negro y grande, inquieta siempre y con quien compartimos nuestro gusto por Ingmar Bergman y Gotham Project. También estaba la sobrina de Sol con su pareja, un francés a quien conoció por Internet y en menos de tres meses se casaron y mientras escribo esto ya estará en la tierra del resplandeciente Roi Soleil.

La impotencia de la noche fue con el franciecito, ya que siempre me fascina platicar (así le decimos los mexicanos a charlar) con la gente, pero sobre todo hurgar en sus vidas, que me compartan su sentir y con los franceses me es imposible puesto que es bien sabido que no hablan inglés (ni tienen el mínimo interés en hacerlo). Entonces veía como todos platicaban y reían mientras él solo observaba, sin entender en torno a qué giraba la plática. Fue chistoso porque me empeñé en comunicarme con él y para esto le hacía señas, por ejemplo, preguntándole si se usaba el bidé en Francia me puse a hacerle señas de cómo yo me paraba del water y me pasaba a otra especie de water donde (ilustrando con mis manos), salía un chorro de agua debajo. Mis frustraciones fueron peores cuando otro contertulio me dijo que no me estaba entendiendo y lo único que había logrado era la risa colectiva de mis amistades, ¡y yo indignado!. Vuelvo a repetir que, puesto que hablo inglés desde muy niño no estoy acostumbrado a esa barrera del idioma, por lo que me quedo con un objetivo en la mente: terminar el italiano y comenzar con el francés. Que la verdad sea dicha suena tan nice.

Luego nos dio unas clases de quesos que trajo en una charola, fueron numerados del uno al seis en orden de su fuerza. Yo como siempre intento no quedarme con las ganas de nada y llegué al último, el causante de un olor fétido en la sala, casi tan fuerte como su sabor, pero pasé la prueba y mitigué el sabor con uvas, higos y mi bebida favorita: ron. El menú de la noche fue exquisito, unos kish de escpinaca y jamón serrano con higos de appetizer, luego una pasta con camarones y espárragos que trajo Vicky y una Ensalada con blackberries de Lore. Yo traje un Pastel de café y la velada fue mágica.


Mi cara escéptica probando los quesos.

Por lo demás soy un tipo afortunado, y estoy disfrutando sobremanera esta etapa de mi vida con mi pareja, un pianista especialista en Bach que sólo supera sus artes con su corazón. Me ha llenado de detalles con motivo de la época como un reloj y una chamarra preciosos, un arcón navideño con riojas y productos españoles y me ha prometido para xmas una lasaña de camarones bañados en salsa de queso azul. Me pongo a pensar en mi pianista y haciendo un recuento a mis días antes de conocerlo me doy cuenta que siempre las cosas pasan por algo y que hay que encontrar la sabiduría para saber cuándo es momento de lavarse las manos en el río y dejar que se lleve lo que no es para nosotros. Dice mi amiga de Patagonia (a quien quiero mucho) que la vida siempre trae lo que nos corresponde siempre sea bueno para nosotros, y a mi me trajo hasta a ti: AMORE.

Los dejo con más de Judith Santopietro, poeta amiga de mi bloggie Rodrigo. Un diseñador que vive en Paris y que es un tipazo que además tiene el don de la escritura como pocos. Amigo: hiciste falta en la velada y no sólo de traductor, sino de contertulio.

***

En la boca de los montes

Caemos lento

caemos

en las alas de una luciérnaga

que impregna su humo azulíneo

El braceo ilumina esta reunión de maíz

con el calor florido de las palmas de las manos

y el vientre del barro tibio,

regazo mancillado

donde estalla el almácigo de flores.

De cara al fogón

aprendí las primeras palabras del pueblo lejano

allí donde la ceniza escarbó para iniciar el mundo

en la boca de los montes que nos devoran

Años ha que la vereda parecía larga.


Judith Santopietro.

Etichette: ,