venerdì, febbraio 26, 2010

Esta ciudad, su corazón y su festival

Hace tiempo leía en el diario EL PAIS que desde fuera la ciudad de México es vista como una ciudad cosmopolita cuyo gobierno se ha preocupado por defender los derechos y garantías de sus habitantes y procurar una mejor calidad de vida en ella en donde, caso curioso, también remarcaban el contraste de ideologías que imperan en las provincias del país, muestra de ello son los avances en el DF en materia de protección a los derechos de las mujeres embarazadas a decidir sobre su cuerpo y su futuro sin que por ello el estado las criminalice; lo que justamente debiera ser un acto de conciencia personal más allá del marco jurídico y mucho menos el moral.

El que el Distrito Federal lograra después de múltiples batallas y "patadas de ahogado" por parte del clero (alias partido Acción Nacional) es sin duda, un avance perenne en pro de los derechos y garantías de las mujeres aunque, por el contrario fuera motivo para que (hasta ahora) sumen ya trece estados panistas-católicos que han impuesto candados a sus leyes locales para que dicha ley no se extienda a sus gobiernos locales.

Mismo caso ocurre ahora con los matrimonios homosexuales y pareciera que así, ad infinitum, por cada avance en materia de derechos humanos la poderosa derecha católica con su iracunda doblemoralina se apresure a dar un paso atrás, aterrada. Como si envés de seguir el ejemplo se paralizaran ante la posibilidad de que su siniestra y oculta moral se viera vulnerada o expuesta. por fortuna, este tipo de notas confirman que la ciudad de México es vista en el extranjero con una ideología totalmente diferente al resto del país. Pues bien, hoy celebro que vivo en esta gran ciudad, que dijera el célebre bloguero Mario: Es muchas ciudades en una.

Amar esta ciudad es andar en bici por Paseo de la Reforma en un domingo con mi perra labrador atrás de mi y llegar a la segunda sección del lago de Chapultepec a caminar rodeando su lago lleno de patos y fuentes y un majestuoso restaurante como marco. Es correr en su pista del "sope" con su piso de arcilla y sus enormes eucaliptos que te animan cuando el aire escasea. Es terminar sudando y dar un escrutinio en los pasillos de superama para buscar un queso de cabra con ceniza y nuez, un vino porteño para luego regresar atravesando Polanco y sus hoteles lujosos.

Es caminar por Coyoacán y visitar la casa azul de Frida Kahlo, y comer un helado de pétalos de rosa en su explanada, junto a la fuente de los coyotes, es disfrutar de una quesadilla de flor de calabaza y otra de huitlacoche en su tradicional mercado. Es irse aun más al sur hasta llegar al centro de Tlalpan y cojer sitio en uno de esos barcitos bohemios y ya entrados en carrera irse al sur del sur hasta llegar a Xochmilco y sus calles de flores y de agua, para maravillarse con los pavorrelaes y venados del museo-hacienda Dolores Olmedo: su colección de Riveras, tan fastuoso su arte como su historia.

Amar este ruido, esta planta de asfalto que te atrapa y cautiva, es perderte por sus calles en el centro histórico y sus edificios coloniales que por el día reflejan los rayos del sol en sus marquesinas y por la noche brillan con destellos de reflectores que les sirven de realce a su belleza y que, también son guarida de palomas que se dan calor y que huyen del bullicio, porque es verdad que no duerme, su rugido nunca cesa.

Nunca olvidaré el año pasado que en el marco del festival que año con año celebra a su cetro histórico me ayudé del programa y fui una noche a la calle Regina, que con el fomento que se le ha dado ahora luce restaurada y llena de vida. Caminé desde la parte trasera del Claustro de Sor Juana y su enorme templo de piedra, con sus palmeras en el centro, admirando murales urbanos en las paredes y un restorán bohemio con antigüedades de latón y pizarrones por todas las paredes donde sus comensales han dejado huella de su paso con tizas de colores mientras unas birras alemanas descansaban sobre mesas pequeñas de madera. Y así seguí caminando por esta hermosa calle con bancas públicas en forma de mesa de ajedrez hasta llegar a una enorme tarima donde el neoyorkino-suizo Beat Kaestli nos deleitaba a los capitalinos con su jazz y su magia, mientras al ritmo de los pausados timbres de su voz resaltaba un humo transparente cómplice de las farolas de los edificios antiguos.

Luego, me fui caminando por otras calles del centro hasta llegar a la plancha del zócalo capitalino donde cantaba con su dulce voz de zenzontle y la sensualidad femenina implícita de Susana Zabaleta acompañada por la orquesta sinfónica nacional, detrás de ella y a su vez, la catedral metropolitana como telón de fondo.

Después regresé por la calle Madero donde eran ya tantos pasos recorriendo su fresca noche que parecía difícil de creer que fueran las diez de la noche, al pasar por madero disfruté de un tenor en el balcón de uno de los viejos palacios y por su calle pasaba un carnaval del barrio chino formando dragones y grupos de personas bailando zamba con los pies descalzos y sus sonrisas como quien nunca ha sido adulto. Estatuas vivientes sobre cubos de madera bajo un farol. Música por sus calles. Arte por sus rincones.

Este año, su festival vuelve con promesas. Dejo su enlace y también el del fmx, éste último abre el día 11 de Marzo con un ensamble de Música de las cortes de Francia e Inglaterra, ¿qué más puedo pedir?, si la música es de las bellas artes la más sublime y en ella es la barroca (en mi opinión), la más ostentosa y soberbia: Bach.










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